Érase una vez el resultado no final de una historia por siempre inacabada.
Robándose las noches y buscándose en los días, chocaron sus almas a través de encontronazos por no querer ser.
Ahora me gustas, ahora déjame, ahora te quiero, ahora ámame.
Una aventura de encuentros y despedidas, de noches empañadas entre anhelos y placer.
Allí los encontrabas, caminando por sus vidas, sin planes, sin ideas preconcebidas. Donde casa eran los árboles y el mar, jarras de cervezas frías, abrazos cálidos y canciones que bailar.
Dos siluetas enamoradas, sumergidas en un eterno sueño del que resultaba inimaginable despertar.
Un parpadeo y el mundo entero patas arriba, el mal y el bien jugando a quién ganará. Dos almas separadas y una misma luna, que en silencio se esperaban, volviéndose a encontrar.
Lucharon sin espadas contra la corriente salvaje y paranormal. Agotaron sus esperanzas en intentos, tormentos y espejismos sin igual.
Corriendo el tiempo en su reloj de arena, que confundía mentes y desvanecía lo real, alimentaron su llama en secreto, por no despertar la bestia animal.
Tic, tac.
Sonrisas, dudas y un pasado que enfrentar. Un pasado muy presente, que con coraje y el viento a favor, determina expectante un futuro de no querer ver, de no querer saber.
Porque érase una vez el resultado final de una historia con muchos quesos y pocos besos.